Any Cerdà

Fa 150 anys - Resum

LA BARCELONA
ENMURALLADA

En 1818 Barcelona tenía 83.000 habitantes. En 1850, tan solo 32 años después, la cifra había aumentado hasta los 187.000. El área que ocupaba la ciudad, sin embargo, se mantenía invariable. Las murallas que rodeaban el núcleo urbano hacían imposible su expansión. Si la ciudad necesitaba crecer, únicamente lo podía hacer en altura, añadiendo plantas a los edificios que ya existían o inventándose nuevos espacios por medio de arcos que permitían cubrir parcialmente las calles. En aquella Barcelona de callejuelas estrechas y trazado laberíntico faltaban el espacio y las infraestructuras. Las casas no tenían ventilación. Las condiciones higiénicas eran pésimas. La esperanza de vida era de 36 años para las clases acomodadas y de 23 para las más humildes. La ciudad se asfixiaba. Paradójicamente, estaba circundada por un amplio espacio yermo. La obsesión defensiva había hecho imponer la prohibición de edificar toda el área que quedase a distancia de tiro de cañón.

En 1841 el Ayuntamiento convocó un concurso en el que pedía ideas sobre las ventajas que reportaría el derrocamiento de las murallas. El trabajo que resultó ganador fue el realizado por el médico e higienista Pere Felip Monlau, que llevaba el título de «Abajo las murallas!!!», un grito que resume el espíritu que se haría dominante en la época. Ese mismo año, el pensador y teólogo Jaume Balmes publicó una serie de artículos en los que explicaba las ventajas de una ciudad que no estuviese constreñida por barreras artificiales. La reivindicación ya no la suscribían únicamente las voces más progresistas. Catorce años después, en 1854, la prolongada campaña da sus frutos: una Real Orden del Gobierno de Madrid autoriza lo que ya era un hecho consumado: empieza el derribo de las murallas. Barcelona respira por primera vez.